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jueves, 10 de abril de 2014

"El matadero" de Esteban Echeverría

Aunque la obra fue escrita probablemente en 1839, justo cuando Echeverría marchaba al exilio, recién fue publicada en 1871 por Juan María Gutiérrez.
En cuanto a lo temático, la obra puede ser leída como una alegoría cuya finalidad didáctica era la de critica al régimen rosista. Las metáforas que componen esta alegoría, en muchos casos, son claras. La inundación representa la situación en la que, según Echeverría, se encontraba el país en la época rosista. Los cuarenta y nueve novillos representan al pueblo bonarense, que se entregaba pacíficamente a los excesos de Rosas. El toro, por su parte, representa a los jóvenes unitarios, que se enfrentaban contra el gobierno. Asimismo, la escena del toro anticipa lo que va a pasar con el unitario posteriormente. El Matadero de la Convalecencia, ubicado en el límite entre la ciudad y el campo, representa la intrusión de las leyes del campo, con toda su barbarie, en la ciudad. El niño que es degollado por el lazo representa el derramamiento de sangre inocente realizado por la mazorca, brazo armado de Rosas. Por último, el episodio del inglés representa la xenofobia propia del régimen rosista. Mientras que la joven generación unitaria veía en los ingleses y en los franceses como un modelo de progreso, Rosas los veía como una amenaza a la soberanía nacional.
Desde lo formal, la obra puede confundir al lector. En un principio, la obra es una descripción del Matadero de la Convalecencia. Esta primera parte se asemeja mucho a los cuadros de costumbres, género literario que se limitaba a describir de la manera más minuciosa posible las costumbres de un determinado lugar. Pero a medida que avanza la obra, se pasa de la descripción (se abandona el cuadro de costumbres) a la narración. Esta transición de la descripción a la narración puede ubicarse a partir de la aparición del toro.
Por último, en esta obra encontramos un narrador que busca constantemente la complicidad ideológica del lector a través del uso de abundantes ironías.

lunes, 31 de marzo de 2014

Romanticismo argentino: contexto histórico

Dentro de la amplia cantidad de orientaciones que adoptó el Romanticismo, en la Argentina se optó por la vertiente social. A diferencia del Romanticismo de evasión, que dominó el escenario europeo, el Romanticismo social suponía un amplio compromiso con la realidad política. Por esta misma razón, al momento de estudiarlo, no se puede omitir el contexto histórico en el que se desarrolla.
Entre 1820 y 1830, Argentina estaba independizada, pero disgregada y enfrentando estallidos de guerra civil. En este contexto se enfrentaban los federales, que defendían las autonomías provinciales, y los unitarios, que abogaban por un poder centralizado en Buenos Aires.
En 1828, en medio de estos enfrentamientos, el gobernador de Buenos Aires, Manuel Dorrego, de orientación federal, fue fusilado por Juan Lavalle, quien comandaba un levantamiento unitario. En este contexto, la Junta de Representantes elige a Rosas como gobernador de Buenos Aires y le da facultades extraordinarias para que enfrente los conflictos internos.
Una vez finalizado el gobierno de Rosas en 1832, éste no acepta ser reelecto ya que no tenían intención de renovarle las facultades extraordinarias. En 1835, luego del asesinato de Facundo Quiroga y del recrudecimiento de la guerra civil, Buenos Aires llama nuevamente a Rosas y le otorga la suma de los poderes públicos. De esta manera, Rosas se perpetúa en el gobierno durante diecisiete años.
La figura de Rosas va a ser de suma importancia porque los escritores románticos argentinos, casi sin excepción, se van a ver enfrentados a Rosas y, de hecho, muchos van a terminar en el exilio por ello.

¿Romanticismo o romanticismos?

Una de las primeras cosas que se advierte cuando uno se acerca al Romanticismo es la diversidad de orientaciones que se encuentran en este movimiento artístico. Esta diversidad puede explicarse si se atiende al origen de este movimiento.
El Romanticismo surge como una reacción frente al movimiento artístico que lo precede: el Neoclasicismo. Mientras el Neoclasicismo abogaba por una concepción normativa del arte (para hacer arte había que seguir ciertas reglas), el Romanticismo defendía la libertad creativa. Así, frente a la rigidez del Neoclasicismo, el Romanticismo defendía la libertad tanto en la forma como en el contenido del arte.
Si se tiene en cuenta esta búsqueda de libertad en todos los planos, resulta entendible la diversidad temática que caracterizó al movimiento. Así, cada sociedad que adoptó el movimiento lo hizo adaptándolo a sus propias condiciones.
Si comparamos el Romanticismo europeo con el americano, por ejemplo, puede advertirse que ambos siguieron líneas muy diferentes. Mientras el primero prefirió concentrarse en la revalorización de lo fantástico y en la consiguiente recuperación de las leyendas medievales, el segundo prefirió enfocarse en la situación política y social e intentar, a través de la literatura, modificar la misma. Esto puede explicarse por las condiciones en las que se encontraban ambos continentes: en Europa, por un lado, el presente, después de la derrota de los movimientos revolucionarios de fines del siglo XVIII y principios del XIX, no ofrecía gran inspiración al artista. Por otro lado, la riqueza del pasado medieval europeo en cuanto a leyendas alimentaba el interés romántico por lo inexplicable y lo irracional. En América pasaba lo contrario: el presente, es decir, la independencia recientemente conquistada, era un tema atractivo para los artistas. Por otro lado, a diferencia del caso europeo, carecían de un pasado legendario al cual remitirse (si bien existían leyendas indígenas, la sociedad criolla en gran medida no las conocía y, asimismo, no las consideraba propias).