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lunes, 31 de marzo de 2014

¿Romanticismo o romanticismos?

Una de las primeras cosas que se advierte cuando uno se acerca al Romanticismo es la diversidad de orientaciones que se encuentran en este movimiento artístico. Esta diversidad puede explicarse si se atiende al origen de este movimiento.
El Romanticismo surge como una reacción frente al movimiento artístico que lo precede: el Neoclasicismo. Mientras el Neoclasicismo abogaba por una concepción normativa del arte (para hacer arte había que seguir ciertas reglas), el Romanticismo defendía la libertad creativa. Así, frente a la rigidez del Neoclasicismo, el Romanticismo defendía la libertad tanto en la forma como en el contenido del arte.
Si se tiene en cuenta esta búsqueda de libertad en todos los planos, resulta entendible la diversidad temática que caracterizó al movimiento. Así, cada sociedad que adoptó el movimiento lo hizo adaptándolo a sus propias condiciones.
Si comparamos el Romanticismo europeo con el americano, por ejemplo, puede advertirse que ambos siguieron líneas muy diferentes. Mientras el primero prefirió concentrarse en la revalorización de lo fantástico y en la consiguiente recuperación de las leyendas medievales, el segundo prefirió enfocarse en la situación política y social e intentar, a través de la literatura, modificar la misma. Esto puede explicarse por las condiciones en las que se encontraban ambos continentes: en Europa, por un lado, el presente, después de la derrota de los movimientos revolucionarios de fines del siglo XVIII y principios del XIX, no ofrecía gran inspiración al artista. Por otro lado, la riqueza del pasado medieval europeo en cuanto a leyendas alimentaba el interés romántico por lo inexplicable y lo irracional. En América pasaba lo contrario: el presente, es decir, la independencia recientemente conquistada, era un tema atractivo para los artistas. Por otro lado, a diferencia del caso europeo, carecían de un pasado legendario al cual remitirse (si bien existían leyendas indígenas, la sociedad criolla en gran medida no las conocía y, asimismo, no las consideraba propias).

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